En el nuevo entorno actual, las empresas han dejado de interesarse solo
por los títulos que pueda poseer un profesional y buscan algo más.
Quiero que pienses en el líder que más te ha impactado o influenciado en tu carrera profesional, o incluso en tu vida personal si aún no has tenido demasiadas experiencias. Quiero que pienses en sus características, en qué cualidades suyas te atraían a él o a ella, en cómo te hacía sentir y en qué aspectos te aportaba.
Bien, ¿lo tienes? Aunque las respuestas pueden ser tan diversas como personas hay en el mundo, la mayoría de ellas, en cuanto a cualidades, suelen ir en la siguiente línea: era o es una persona carismática, con una buena escucha, lideraba con el ejemplo, transmitía confianza, era una persona inspiradora y visionaria, resolutiva y una persona íntegra. Y entre las respuestas de cómo nos hacía sentir, la mayoría suele responder que les transmitía seguridad y confianza. Esta fuerza que parece que nos atrae a estas personas que nos transmiten confianza y seguridad se remonta a la época primitiva, en la que los líderes de las tribus se ganaban este rol al demostrar que podían hacer de guías emocionales en momentos de incertidumbre, de amenaza o de inseguridad.
¿Cuál es la parte común a todas las características que os he mencionado? Pues que todas ellas forman parte de aquellas habilidades a las que llamamos soft-skills. Si bien es cierto que puede parecer imposible poseerlas todas, debemos valorar cuáles tienen más peso para nosotros o para la organización en la que trabajamos, y cuáles son nuestros focos de mejora para poder focalizarnos en su desarrollo.
1. ¿Qué son exactamente las soft-skills?
Goleman, el gurú de la Inteligencia Emocional, llevó a cabo una investigación junto a su equipo: analizaron los modelos de competencia de 188 empresas, la mayoría de ellas multinacionales, para determinar qué capacidades personales propiciaban y en qué medida un rendimiento extraordinario de sus líderes. Bien, pues las capacidades que encontraron las agruparon en 3 categorías:
Aptitudes puramente técnicas: referidas a aquellas competencias específicas de una rama concreta, como puede ser, por ejemplo, la contabilidad.
Habilidades cognitivas: referidas al razonamiento analítico.
Competencias emocionales: referidas a la capacidad para trabajar en equipo y a la efectividad a la hora de liderar el cambio. Éstas serían las denominadas soft-skills.
Tras varias entrevistas personales, la investigación dejó claro que, si duda, una alta aptitud técnica y grandes habilidades cognitivas son muy importantes para predecir un rendimiento extraordinario, y son las que pueden demostrarse con títulos y diplomas. No obstante, si repasamos las competencias señaladas en empresas de todo el mundo para distinguir a sus líderes estrella, veremos que los altos niveles en estos dos bloques van bajando haca el final de la lista cuanto más se sube en la jerarquía, siendo, como nos dice Goleman, un factor de predicción del rendimiento mucho más fiables en los puestos de categoría inferior. En cambio, en los niveles superiores, los modelos de competencia para el liderazgo suelen estar compuestos en un 80 o un 100% por capacidades basadas en la Inteligencia Emocional, que son las soft-skills de las que os hablo en este post, y éstas no pueden demostrarse con ninguna titulación.
Teniendo en cuenta que el entorno y el futuro se está volviendo cada vez menos predecibles, las empresas requieren de personas y de equipos capaces de adaptarse de manera flexible a los cambios, y eso implica que el valor de cada profesional ya no puede medirse solo a través de títulos o diplomas, sino que también se mide a través de su capacidad de no solo no negar el lado emocional e intuitivo del ser humano sino de fijarse en él, desarrollarlo y potenciarlo.
Un ejemplo de soft-skills sería, por ejemplo, la intuición. Vivimos en una era de innovación constante en la que quizá no existen casos previos o situaciones parecidas anteriores que nos puedan guiar, y a pesar de ello tenemos que buscar la forma de avanzar. La intuición no se refiere a la simple idea de “iluminación”, sino que se nutre de la experiencia y de aquello que vamos aprendiendo y absorbiendo de las situaciones que ya hemos vivido y que nos pueden dar pistas. Otros ejemplos serían la empatía, la gestión emocional, la comunicación, la asertividad, la flexibilidad, la tolerancia al cambio, la gestión del tiempo y un largo etcétera.
2. ¿Pueden aprenderse las soft-skills?
Aunque sabemos que la Inteligencia Emocional y las soft-skills tienen un claro componente genético, también sabemos que pueden entrenarse. No obstante, no es tarea fácil, requiere de dos aspectos básicos: en primer lugar, que el entrenamiento y la formación se centren en la zona concreta del cerebro y, en segundo, que tengas la intención real de dedicar tus esfuerzos en ello. En cuanto a lo que os comentaba del lado correcto del cerebro,
En cuanto al primer requisito, es un hecho que la mayoría de programas formativos están basados en la capacidad analítica y técnica, que está regida por el neocórtex y que gestiona los conceptos y la lógica; no obstante, para realmente trabajar las soft-skills, las formaciones deben reorientarse e incluir el sistema límbico, el sistema que gobierna los sentimientos, los impulsos y los deseos, y que aprende mejor a través de la motivación, la valoración y la práctica abundante. A este sistema le llamamos cerebro emocional. Así pues, para entrenar estas competencias debemos centrarnos en romper con nuestros viejos hábitos y crear otros nuevos, y esto requiere tiempo, ya que el neocórtex aprende muy rápido y el cerebro emocional no: los centros emocionales necesitan repetición y práctica, y a base de repetir, los nuevos hábitos generan rutas neurales que gracias a la neuroplasticidad se van convirtiendo en la primera opción de nuestro cerebro.
Y esto me lleva al siguiente punto. Al requerir tiempo y repetición, es inevitable que se requiera de un tercer componente: la voluntad. Debes querer el cambio, el entrenamiento o la mejora de manera genuina, debe ser un deseo sincero para que realmente puedas coordinar mente, emociones y motivación.
Como verás, no es algo fácil, pero que esto no desanime, pues que no sea un cambio de un día para otro no quiere decir que sea imposible. Si no, acuérdate de cuando aprendiste a ir en bicicleta, o mejor, a conducir. A pesar de aprender la técnica o el funcionamiento de los mandos y palancas, no fue probablemente hasta que practicaste durante un tiempo prolongado y te caíste varias veces que aprendiste a qué velocidad ir en los giros, cuándo y cómo frenar o cómo, en definitiva, automatizar su conducción. Como todo en esta vida, las cosas requieren esfuerzo, e invertir tiempo y sudor en algo que puede reportarte tanto como las soft-skills, no será sino una de las mejores inversiones que harás nunca. Además, piensa que una vez adquieras estas competencias, no serás capaz de aplicarlas solo en un ámbito como, por ejemplo, el empresarial, sino que te las llevarás también a tu terreno personal. Serán tu mochila y formarán parte de tu rango de hábitos y conductas.
Si quieres saber más sobre liderazgo y soft-skills, te recomiendo los siguientes libros:
Liderazgo - Daniel Goleman (click aquí)
Revolución Soft - Meritxell Obios e Isabel Martínez Consentino (click aquí)
Inteligencia Emocional en la empresa - Daniel Goleman (click aquí)
Inteligencia Emocional - Daniel Goleman (click aquí)
Referencias bibliográficas:
Goleman (2009)
Obiols y Martínez-Consentino (2019). Revolución Soft. Preparar al líder para un mundo cambiante. Editorial Síntesis: Madrid.
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