top of page

¿Somos personas resilientes?

La resiliencia es el arte de navegar en los torrentes, el arte de metamorfosear el dolor para darle sentido; la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma.

Boris Cyrulnik



Uno de los significados que se da al concepto de resiliencia es que es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. A pesar de que existe una gran diversidad de definiciones de este concepto, se puede establecer un punto común a todas ellas; uno con el que la psicología complementa la definición añadiendo que las personas resilientes no son solo capaces de afrontar y sobreponerse a crisis o adversidades, sino que van un paso más allá y usan dichas situaciones u obstáculos para crecer y desarrollar su potencial al máximo. La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos personales para adaptarnos a las nuevas circunstancias y cubrir la diversidad de necesidades propias y del entorno que puedan surgir; implica sobre todo una visión más optimista de ver el mundo y no perder de vista que después de la tormenta llega la calma. De hecho, a veces nos sorprende cómo ciertas personas pueden afrontar su día a día con una sonrisa cosida en la cara “a pesar de todo lo que han vivido” (como si aquellas situaciones que hemos vivido nos acompañaran toda la vida, ¿no…?).


Una de las figuras con las que se ha relacionado la resiliencia es con el boomerang, ese objeto que es lanzado pero que siempre vuelve con la misma o mayor fuerza. Sin embargo, tal y como dice Stefan Vanistendael, “La resiliencia no es un rebote, una cura total ni un regreso a un estado anterior sin heridas. Es la apertura hacia un nuevo crecimiento, una nueva etapa de la vida en la cual la cicatriz de la herida no desaparece, pero si se integra a esta nueva vida en otro nivel de profundidad”.


Visto así, la resiliencia parece algo extraordinario solo al alcance de personas extraordinarias, ¿verdad? Es probable que no te identifiques de entrada con todas estas características que te he mencionado, pero no caigas en la trampa de pensar que los resilientes son superhéroes, al menos no superhéroes que nada tienen que ver contigo o con tu potencial. Todos podemos desarrollar la resiliencia, sea en situaciones cotidianas o de mayor dificultad o exigencia emocional como situaciones de exclusión, riesgo sanitario, tragedias, pobreza o pérdidas de valor.


Una autora que habla mucho sobre este concepto es Edith Grotberg, quien afirma que la resiliencia es una capacidad humana universal que forma parte del proceso evolutivo y que debe ser promovida desde la niñez. Si por algo destaca la definición de esta autora es por el gran valor que le da al componente ambiental de la resiliencia, que dista de aquellas otras que afirman que esta habilidad requiere entrelazar factores tanto biológicos como ambientales para ser desarrollada. Teniendo esto en cuenta, ante cualquier artículo o ponencia sobre resiliencia debéis primero tener claro cuál es el concepto que tiene su autor respecto a la misma, ya que, de nuevo, quiero insistir en la diversidad de definiciones que existen.


Origen


El primer autor en usar este término fue John Bowlby, el creador de la teoría del apego, pero fue Boris Cyrulnik (psiquiatra, neurólogo, psicoanalista y etólogo francés) quien difundió el concepto de resiliencia en el campo de la psicología a través de su bestseller “Los patitos feos”.


Etimológicamente, resiliencia procede del latín -resilio-, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar o rebotar. Con el tiempo, este término ha adquirido sentido en múltiples ámbitos y contextos: ha sido aceptado por las ciencias sociales y de la salud acogiendo el significado que ya os comentaba; se ha incorporado en ingeniería civil y en metalurgia para el cálculo de la capacidad de ciertos materiales para recuperarse y/o volver a su posición original tras haber soportado ciertas cargas o impactos que los han deformado; y en ecología implica la capacidad de ciertos sistemas para absorber y adaptarse a los cambios, manteniendo su estado habitual de funcionamiento. En especial, el campo en el que empezó a utilizarse con más asiduidad fue en el de la psicología evolutiva para intentar dar explicación a por qué algunas/os niñas/os, frente a una infancia estresante o difícil, eran capaces de sobrepasar adversidades y crecer y transformarse en personas saludables.


Boris Cyrulnik, en su bestseller “Los patitos feos”, pretende dar una visión alternativa y más optimista sobre el trauma infantil que las teorías actuales; nos habla de la resiliencia como mecanismo de autoprotección que suele amortiguar el choque del trauma, primero a través de las relaciones afectivas y después a través de la expresión emocional. Cyrulnik hace especial énfasis en la importancia de que en los primeros años de vida se genera, sobre todo con la madre, un capital afectivo que se transforma en una gran reserva biopsíquica que servirá al individuo para resistir golpes y reveses futuros. Así, un/a niño/a puede desarrollar resiliencia si cuenta con el apoyo y el afecto de sus referentes significativos (tutores, madres, padres, instituciones, etc.). Sin embargo, este autor también habla del peligro de caer en la sobreprotección, ya que los niños demasiado protegidos suelen parecer siempre tranquilos y seguros porque no han tenido la ocasión de ponerse a prueba, hasta el día en que aparece un minúsculo o grandioso obstáculo que los derriba sin tener tiempo a sacar sus propios recursos, ya que en la mayoría de casos no los conocen. En algunos casos, estos niños (o a veces incluso ya adultos) reprochan a sus padres que no les hayan preparado mejor “para la vida”, y a éstos este reproche puede pillarlos desprevenidos y, por tanto, recibirlo de mala gana. Es importante que para no sufrir o no tener que atravesar situaciones complicadas o desagradables evitemos directamente dichas situaciones o la toma de decisiones; esa no es, en absoluto la situación. ¡En otro post os hablaré sobre la resiliencia en niñas/os y sobre cómo se construye!


Características de una persona resiliente


Pero aterricemos más ese concepto de persona resiliente. Quiero hablaros a continuación de algunas de las características más comunes de las personas resilientes:

  1. Consciencia de los propios recursos y puntos de mejora. El autoconocimiento es el mayor recurso para afrontar adversidades y retos, las personas resilientes conocen sus principales forta-lezas y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. Así sus metas son mucho más objetivas y ajustadas no solo a sus necesidades sino a las herramientas que tienen para conseguirlas.

  2. Autoconfianza en las propias competencias. Teniendo en cuenta todo aquello que saben sobre sí mismos, lo usan para no perder de vista sus objetivos y abordarlos de la manera más efectiva, incluso cuando eso pasa por pedir ayuda a otros cuando les faltan herramientas u otras visiones.

  3. Visión de la dificultad como una oportunidad para aprender. Las personas resilientes ven más allá de los momentos complicados y no desfallecen; saben que las crisis no son eternas y las ven como una oportunidad para generar un cambio, aprender y seguir creciendo, ya que hacerlo solo depende de ellos y de su reacción.

  4. No buscan el control sobre la situaciones sino sobre sus propias emociones. La necesidad de control es muy humana, y cuando algo se nos escapa de las manos nos sentimos inseguros o incapaces. Las personas con resiliencia son conscientes de la imposibilidad de controlarlo todo, y por ello se han entrenado para aprender a lidiar con la incertidumbre y a sentirse cómodos con ellos.

  5. Autonomía emocional. De la misma forma que comprenden que no pueden controlar aquello que está fuera de su círculo de influencia, consiguen estar en paz con ello y no dejan que eso les afecte en aquellas cosas que sí dependen de ellas/os ni en su estado emocional.

  6. Flexibilidad ante los cambios y tolerancia a la frustración. A pesar de que saben cuáles son su objetivos, no se aferran y buscan alternativas para readaptarlos según los cambios que se vayan dando (en ellos o en el entorno) para que sigan siendo viables y sin dejar de ser satisfactorios. Flexibilidad no implica renuncia, sino una lucha que pasa por sopesar alternativas antes que renunciar a un todo por testarudez. En vez de nadar a contracorriente, se dejan llevar pero aprovechando al máximo el camino y aquello que puedan llevarse de él.

  7. Creatividad. Al recomponer una experiencia, recuerdo o realidad, no aspiran a reconvertirla en lo mismo que eran, sino que con las piezas crean otra experiencia o realidad distinta.

  8. Tenacidad y perseverancia. Poseen una motivación intrínseca muy alta que les ayuda a mantenerse firmes y seguir con su lucha y camino personal.

  9. Consciencia del momento presente. Aunque no hagan mindfulness como tal o de manera intencional, las personas resiliente viven en el aquí y el ahora y en la aceptación, no acuden al pasado ni se sumergen en la culpabilidad y tampoco se proyectan de manera constante al futuro cayendo en rumiaciones e incertidumbre.

  10. Optimalismo (optimismo + realismo). A pesar del realismo que poseen (el que les proporciona el alto grado de auto/heteroconocimiento que poseen), no desfallecen y se esfuerzan en poner el foco en el lado positivo de las situaciones y de los retos para aprender y disfrutar de ellos.

  11. Cultivo de un entorno positivo. Suelen rodearse de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a los vampiros emocionales, creando así una red de apoyo afectiva sólida.

  12. Sentido del humor. Son capaces de reírse de sí mismas/os y de los obstáculos o adversidades que se ven obligados a afrontar, y esto les ayuda a mantener su visión optimalista y a evitar la queja constante.

Quiero reiterar que ninguna de estas características está fuera de tu alcance. En otro post os hablaré sobre cómo mejorar tu resiliencia, pero, a modo de resumen, quiero que te lleves esta idea: cuando vengan momentos complicados, cuando aparezcan adversidades o una o varias emociones disfuncionales se apoderen de ti, pregúntate:


“¿Qué puedo aprender yo de esto?”.


Ese será el primer paso para focalizarte en el presente, en el aprendizaje constructivo y en todo aquello que se convertirá en la mayor plataforma hacia el comportamiento resiliente. Haz tuyo uno de los mantras más conocidos de la PNL; uno que te quitará presión en momentos adversos y/o de tensión:

“Estoy aprendiendo”.


Y tú, ¿qué has aprendido hoy?



Bibliografía


Henderson Grotberg, E. (2012). La resiliencia en el mundo de hoy. Barcelona: Gedisa.

44 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
Publicar: Blog2_Post
bottom of page